¿Cómo beneficia a los niños la educación emocional?

En los últimos años, la educación emocional ha emergido como un campo de interés significativo en la psicología del desarrollo. La enseñanza de la gestión emocional dirigida a los niños no sólo mejora su bienestar actual, sino que también establece una base para la felicidad adulta.

Cuando hablamos de inteligencia emocional nos referimos a la habilidad para identificar, comprender y manejar las emociones propias y ajenas. En la infancia, el desarrollo de estas habilidades es crucial para una serie de resultados positivos a largo plazo, incluyendo mejores relaciones interpersonales, rendimiento académico y bienestar psicológico.

Evidencia científica de la inteligencia emocional en niños

En este sentido, cada vez se llevan a cabo más estudios científicos en los que se pone de manifiesto que los niños que aprenden a gestionar sus emociones desde pequeños tienden a desarrollar una mejor autoestima, son más empáticos y cooperativos, y poseen mejores habilidades sociales.

Por ejemplo, un estudio de Carolyn MacCann (2019), mencionado por la American Psychological Association (APA), resaltó que los estudiantes que pueden entender y manejar sus emociones tienden a tener un mejor rendimiento académico y subraya la importancia de la inteligencia emocional en el bienestar general de los estudiantes. En esta misma línea, un artículo de Susanne Denhan (2016) cualificó el desarrollo emocional de los niños en edad preescolar como crucial para el bienestar y la salud mental.

Asimismo, paulatinamente se está constatando como los niños que son capaces de gestionar sus emociones efectivamente tienen más herramientas para enfrentar situaciones estresantes, adaptarse a cambios y superar obstáculos. En este orden de cosas, un estudio de Rivers et al. (2013), publicado en el Journal of Applied Developmental Psychology, encontró que los niños con mayor inteligencia emocional tenían más probabilidades de interpretar y responder a situaciones estresantes de manera constructiva.

¿Qué podemos hacer para fomentar la educación emocional en la infancia?

Hay muchas formas de promover la educación emocional en la infancia. Teniendo en cuenta los beneficios tanto presentes como futuros que ello aporta a los niños, sería recomendable incluir este tipo de enseñanzas en el sistema educativo. De hecho, es esperanzador observar como cada vez son más los centros educativos que apuestan por incorporar la educación emocional en sus proyectos pedagógicos, otorgándole la misma importancia que los estudios académicos.

Por su parte, los padres o tutores también pueden fomentar la gestión de las emociones en la infancia. Para ello, es importante dar espacio a las emociones que experimenten los niños para que puedan identificarlas, sentirlas y transitarlas. Bajo nuestro punto de vista, es importante darles a entender que no hay emociones buenas o malas, sino agradables o desagradables, ya que cada emoción tiene una función, una razón de ser, y todas ellas están ahí para recordarnos que los seres humanos gozamos de la capacidad de sentir.

¿Qué siento cuando siento tristeza? ¿Cómo pienso cuando siento rabia? ¿Cómo reacciona mi cuerpo cuando experimento frustración? ¿De qué tengo miedo aquí y ahora? Este tipo de reflexiones llevadas a cabo desde la presencia y la atención plena nos ayudan a convertirnos en observadores de nuestras propias experiencias y, desde ese lugar, resulta más sencillo tomar consciencia de las emociones, acogerlas, comprenderlas y gestionarlas.

Otro recurso son los libros dirigidos a niños en los que se ofrecen herramientas de gestión emocional. Acompañar a los más pequeños en este tipo de lecturas resulta un ejercicio muy enriquecedor para todos porque, como adultos, aún nos queda mucho por aprender en este campo y es una oportunidad de cultivar conjuntamente la educación emocional.

A modo de ejemplo, algunos de los libros en los que se desarrolla la gestión emocional para niños son: «El Monstruo de colores», de Anna Llenas (ayuda a los niños a identificar y nombrar sus emociones, utilizando un enfoque lúdico y participativo); «El Emocionario», de Cristina Núñez Pereira y Rafael R. Valcárcel (se describen, con sencillez, 42 estados emocionales para que aprendamos a identificarlos y, así, podamos decir lo que realmente sentimos); «El libro de las emociones para niñas y niños», de Gemma Lienas (una colección de cuentos originales protagonizados por niños y niñas de entre 3 y 7 años. Cada uno de ellos presenta una situación de conflicto que debe ser resuelta); «Sensibles», de Míriam Tirado (dirigido especialmente a los niños con alta sensibilidad para comprender y abrazar lo que sienten); etc.

Así pues, y para concluir, consideramos que el desarrollo de la inteligencia emocional en los niños es una inversión en su futuro y, por este motivo, apostamos por incluir este tipo de conocimientos tanto en los currículos escolares como en las prácticas parentales.

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