“- Me ha dicho que muchas de las personas que acuden a usted padecían una crisis de identidad. ¿Cree que estas crisis van en aumento?
– Sí. Y me temo que habría que buscar la causa en la forma de vida de nuestra sociedad.
Los patrones tradicionales del matrimonio y de la familia se están desmoronando en parte, y las identidades regionales y nacionales están desapareciendo. Al mismo tiempo, se está produciendo una aceleración enorme de todos los procesos vitales. La gente está descontenta y falta de energía.
Dirijo un círculo denominado «Foro de ejecutivos y espiritualidad». Allí escucho una y otra vez las quejas de personas insatisfechas a pesar de que han conseguido el éxito profesional, y veo, asimismo, cómo hay que prescindir de más de un compañero de 50 años de edad, debido a un infarto de corazón o a causa de un derrumbamiento psíquico […].
[…] Este es un caldo de cultivo favorable para que aparezcan las crisis de falta de sentido. Pero esto no debería ser motivo de lamentaciones. Las crisis también son positivas, o por lo menos podrían serlo si uno es capaz de considerarlas bajo este punto de vista y las utiliza para encaminarse hacia algo nuevo”.