Son muchos los aprendizajes que nos deja esta pandemia, pero seguramente uno de los más unánimes sea el de la urgencia social de cultivar una inteligencia emocional que nos permita dejar de delegar nuestro bienestar integral a las circunstancias externas dotándonos de recursos que nos faciliten afrontar las dificultades con mayor resiliencia.
Nunca nos cansaremos de insistir en la importancia que tiene la gestión de las emociones para nuestra calidad de vida y, cuando el contexto es adverso y te pone a prueba, esta reivindicación habla por sí sola.
Durante los últimos meses, en FAC hemos sido testigos de esta necesidad atendiendo un amplio abanico de casuísticas derivadas de las consecuencias emocionales de esta sacudida.