Tal y como decíamos en el anterior artículo, a lo largo de la vida atravesamos por situaciones traumáticas (un divorcio, la muerte de un ser querido, un accidente, una discusión fuerte con un familiar o amigo, etc.) o cuotidianas (trabajar en algo que no nos gusta, llevar una vida que no nos satisface, mantener una relación sentimental que no nos llena, vivir en un sitio en el que no nos sentimos a gusto, etc.) que pueden generarnos emociones negativas.
Ante estas situaciones, podemos actuar de dos formas distintas.
1. Por un lado, podemos hacerles frente y salir reforzados de estas experiencias.
2. Y, por el otro, podemos dejar que nos venzan y que estas emociones negativas acaben traduciéndose en bloqueos energéticos. Estos bloqueos nos alejan de quienes somos realmente generándonos inseguridad, miedos y falta de autoestima, e incluso pueden llegar a generarnos alteraciones físicas y/o emocionales como ansiedad, depresión, migrañas, dolores musculares, insomnio o falta de concentración, entre otro tipo de trastornos.
Ahora bien, no siempre nos sentimos libres a la hora de elegir entre una forma u otra de actuar ya que hay varios factores que interfieren en esta decisión y que nos empujan a no hacer frente a estas situaciones como, por ejemplo, presiones sociales, prejuicios establecidos, roles que ocupamos dentro de nuestro entorno, circunstancias personales y económicas, aquello que se espera de nosotros, etc.